POR ISABEL ROSAS MARTÍN DEL CAMPO
En cada trayecto cómodamente dispuesta para desplazarme de un lugar a otro, como yo, muchos más; unos a trabajar, otros a pasear, otros a estudiar. La rutina diaria es más llevadera así cuando se trata de ir de un lugar a otro en minutos, sin cansarse, sin esfuerzo físico. Pero ¿es lo mismo para el que anda en camión, o en un transporte colectivo? La vida no es igual para nadie, sólo son circunstancias parecidas que a cada persona le es destinada.
En cada ocasión, y en cada semáforo en rojo me toca en esta temporada gozar de glorietas adornadas con luces de colores anunciando la nochebuena; es la navidad que llega para recordarnos que hay esperanza siempre para todos. Eso pensará el señor que vi sin una pierna sosteniéndose con un palo de escoba, ni siquiera con una muleta; pedía limosna. Entonces, recordé una muleta que tengo abandonada en una bodega y pensé: “debería traerla y dársela”. Luego sigue la vida y no lo recordé más y la muleta sigue abandonada en ese rincón inservible y echándose a perder.
De igual forma, viene a mi memoria otro señor sin sus dos piernas y luego otra mujer con un bebé en brazos ambos con enanismo, parados en el alto haciendo piruetas. Y me avergoncé de mí, de la gente y del mundo tan imperfecto, no por ellos sino por la terrible evidencia de indiferencia y de desigualdad con la que todos siendo los mismos vivimos distintas situaciones. Desde que se inventó una noche para abrazarnos, vestir elegantes y servir una mesa llena de comida de sobra, me pregunto, a la sazón, para qué sirve la navidad año tras año,
Las tiendas repletas de todo adorno innecesario, las calles llenas de espectacularidad y eso hace que vuelva a cuestionarme “¿y si la espectacularidad se transformara en abundancia?, ¿qué pasaría con la miseria del mundo? Mi memoria trae hacia mí ese cuento de la vendedora de fósforos; aquella niña indigente que en una noche de navidad vendía sus cajitas de cerillas que nadie había comprado. Amaneció muerta en el quicio de un postigo congelada, había encendido todas sus cajitas para calentarse y no pudo lograrlo. La realidad nunca será igual para todos; mientras, la navidad seguirá celebrándose año tras año encendiendo velitas para pensar que la esperanza es lo único que queda cuando ya no se tiene nada ni a nadie.
¡Feliz Navidad y Año Nuevo! Para todos, esperando que llegue alguna vez el tiempo en que la esperanza deje de existir porque ha sido sustituida por la compasión y el amor que nunca esperan nada a cambio que el sólo gozo de dar.