(Av. Tulum)
Chef Claudia Díaz
De todos los platillos que distinguen a México en el mundo, sin duda el Chile en Nogada es el referente gastronómico por excelencia, ya que su presentación evoca los colores patrios de nuestra bandera y qué mejor que poder compartir con el mundo los sabores ancestrales de una tierra fértil como lo es el estado de Puebla que lo vio nacer y desde ahí conquistó al mundo, siendo hasta la fecha le mejor herencia que nos han legado las monjas de Santa Mónica, en su ferviente faceta de cocineras entregadas a la pasión del arte culinario.
Para el equipo de cocina del restaurante Flor de Lis, con la chef Claudia Díaz al frente, es un honor ponerlo sobre su mesa un año más, ya que los comentarios de nuestros comensales nos han inspirado a incluirlo a nuestro menú por corta temporada. Gracias a todos ellos porque su preferencia nos motiva a ser mejores, a buscar la mejor calidad para que cada visita sea una experiencia y en este caso, sea una garantía una vez más.
Desde nuestra llegada a Cancún hace un par de años, hemos puesto nuestro mejor empeño para que nuestra cocina sea un homenaje a las cocineras que nos antecedieron, conservando fielmente las recetas de las abuelas y sus bisabuelas para que las nuevas generaciones sigan disfrutando del auténtico sabor mexicano.
Del Chile en Nogada se pueden escribir muchas cosas, pero para darle sabor a su lectura, hemos rescatado esta anécdota que nos parece interesante…
“Don Artemio del Valle Arizpe, ilustre escritor mexicano (1884-1961) quien cuenta que los chiles en nogada fueron un platillo inventado sí, para la llegada de Iturbide a Puebla, pero no para él… fueron tres enamoradas de soldados del regimiento de Agustín, quienes llegarían a la ciudad, y para agasajarles decidieron cocinar para ellos, así que le rezaron a la Virgen del Rosario y a San Pascual Bailón para que les iluminaran con la mejor receta, el resultado de las plegarias: los chiles en nogada.
Y no cabe duda que el platillo se liga a más historias de las letras y plástica mexicanas, Andrea Cataño nos relata en un artículo periodístico, que por ahí de la década de los 50’s, su papá Don Eduardo Cataño, pintor nayarita, y su mamá Doña Margarita Michelena (1917-1998), ilustre poetisa, también mexicana, encontraron a Don Artemio resguardándose de la lluvia debajo de una marquesina y le ofrecieron el consabido “aventón”. Ya en casa, el ilustre escritor les dice a sus rescatistas: “Hijos míos, me han salvado de una muerte segura por pulmonía fulminante. Así que estoy en deuda con ustedes, les debo y pagaré el favor”, ni presta ni perezosa Doña Margarita cobra la deuda pidiéndole a Don Artemio su receta de los chiles en nogada y el ilustre se la escribe de su puño y letra.