Las emociones son contagiosas. Las emociones son una fuente para mostrar equidad. Son una manera para que los humanos recuerden lo que ellos pueden sentir, y que todos en su alrededor pueden sentir igual.
A las personas les gusta minimizar las emociones de los otros para maximizar sus propias emociones, o viceversa. Muchas veces te dicen que deberías de sentir menos, cuando ellos más que nadie debería de entender que no puedes controlar el sentir.
“No te deberías de quejar si no te gusto tu comida, deberías de estar agradecida que al menos tienes comida en el plato”, “No te deberías quejar de que no tienes una buena experiencia escolar, deberías de estar agradecida de que al menos recibes una educación”. Un ‘deberías’ no va a cambiar tu forma de sentir. Muchos adultos minimizan los problemas de los jóvenes al compararlos con sus propios problemas: “ella es sólo una niña y no va a tener idea lo que es un problema de verdad hasta que sea adulta”. Los problemas no tienen fecha de inicio, ni fecha de expiración. Escucho muchos de estos comentarios en mis alrededores, pero escucho muy pocos comentarios diciendo que está bien no estar siempre sincronizado con el mundo, en realidad, está más que bien porque nos recuerda que somos humanos, que podemos sentir, que nos importa, y que queremos lo mejor para los demás y para nosotros.
Los problemas no existen para compararlos, si no para empatizarlos. Los humanos hacen de todo una competencia, pero los problemas no deberían estar en esa categoría. La gente tiende a competir si alguien tiene un problema mayor que otra persona, y si son declarados ganadores, entonces ganan el derecho a ser escuchados y a quejarse sin juicio. Se ganan el derecho a la atención robando la de los demás.
Seamos esas personas tipo B que en vez de minimizar los problemas, les damos importancia para poder ayudar a eliminarlos. Está bien no estar bien, y muchas veces la gente necesita escuchar eso. Si alguien tiene la iniciativa de acercarse a ti y abrirse en la forma más personal al contarte sus problemas, escúchalos y ofréceles empatía, porque para eso se acercan, no para que cierres las puertas al decirles que su manera de sentir no llega al nivel suficiente para enseñar importancia. Todo es importante y todos somos importantes. Todos tenemos derecho a ser escuchados.
Todos estamos conectados, y todos sentimos. Ayudemos a los que son más jóvenes que nosotros, no al decirles que nosotros somos más sabios porque hemos vivido más y que sus problemas no llegan a nuestro alcance, pero enseñando que nos importa, y que ellos importan porque cada uno de nosotros es parte de toda la energía de nuestros alrededores. Yo he sentido, tú has sentido. Tu eres yo. Yo soy tú. Me importas porque yo me importo.