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Leyenda viviente y precursora de las relaciones públicas, hizo de sus dones su propia personalidad
Por Esteban Torres P.
uando escucho el nombre de Ana Mari Irabién, lo acompaña un bellísimo adjetivo calificativo: ¡es toda una institución! Y no aplica a un solo rubro: ya que muchas veces lo dicen con profunda admiración sus mismas colegas por ser una excelente maestra de ceremonias, la mejor anfitriona cuando le confían la inauguración de un evento o bien, por ser la mejor publirrelacionista cuando se trata de promover una acción o servicio.
La encantadora personalidad de Ana Mari definitivamente no es fortuita, la heredó de otra gran mujer: su madre, doña Anamari Irabién de Novelo, quien pulió su trato con el paso de los años, gracias a la actividad social y política de la familia, pero para poderlo desarrollar se necesita traerlo en el DNA de su sangre y el resto lo han logrado ambas con estudios, buenos modales y una excelente educación basada en el respeto hacia los demás.
La primera oportunidad que tuvo Ana Mari para desarrollar su potencial fue precisamente en la hotelería de la que le pedimos nos explicara si el puesto de Relaciones Públicas la buscó a ella. ¿Cómo fue ese principio…?
“Comencé mi carrera de hotelería con la cadena Fiesta Americana en el Hotel Fiesta Americana Plaza Cancún y Villas, un hotel hermoso y que en ese momento fue el hotel más grande de Cancún con 685 habitaciones y villas, tenía más de 500 metros de frente de playa. Entro a trabajar como Gerente del Piso Club, que fue la última parte del hotel en abrir, ubicado en el 6º piso de la torre principal y teniendo todas las suites en la zona más exclusiva de la propiedad, era el hotelito de lujo (53 suites y habitaciones) dentro del hotel. Y me toca crear el concepto, hacer los manuales de operación, entrenar al personal para dar un servicio personalizado y diferenciado.
“Dieter Oberman, nuestro director general (el alemán más mexicano que he conocido en mi vida) era un hotelero de gran renombre y prestigio, fue quien un día me mandó llamar a su oficina, me pregunto si ya me había enterado que nuestra Directora de Relaciones Públicas la licenciada Martha de León, se iba por una nueva oportunidad de trabajo que se le había presentado, le respondí que sí y le pregunté a quién iban a traer en su lugar y él me respondió: mire chica, he estado analizando y usted es la persona indicada para ocupar esa dirección. Mis ojos se abrieron como platos y le respondí que yo no había estudiado ni comunicación, ni relaciones públicas, que lo mío, lo mío era la operación, específicamente División Cuartos. El me respondió que para la profesión de Relaciones Públicas se nace, se requiere de un talento y unas cualidades que no todos tenemos y que yo no lo sabía pero que yo había nacido para ser precisamente Relaciones Publicas y Comunicación, que no me preocupara porque él iba a ser mi tutor y que junto con Juan Carlos del Río nuestro director de ventas íbamos a hacer un súper equipo. Y así fue, él me enseñó mucho de lo que yo sé, y en el camino nunca dejé de estudiar, de prepararme, de actualizarme y seguir preparándome. Me diplomé en Relaciones Publicas, en Comunicación, en Calidad Total, en Manejo de Comunicación en situaciones de Crisis. Hasta el día de hoy y especialmente en tiempos de Pandemia, fue una gran oportunidad para estudiar y actualizarme”.
Ese momento marcó su vida y así afloró su vocación y verdadera personalidad, sin embargo, todos nos preguntamos alguna vez en la vida ¿qué sería de ella hoy si no se hubiera decidido por las relaciones públicas?
“Tengo muchas cualidades y aptitudes. Soy muy manual y me encanta cocinar. Mucho de lo que se hacer lo aprendí de mi gran maestra que es mi mamá, que es todo un estuche de monerías y una enciclopedia de cómo salir adelante con lo que Dios te ponga en el camino. También lo desarrollé gracias a las monjas del colegio, que en mis tiempos todavía daban clases de cocina, de corte y confección, de manualidades. Gracias a todas esas enseñanzas yo de hambre no me muero, no le tengo miedo al cambio, ni me da pena nada, así que se hay que cocinar lo hago y si hay que vender, también.
“En esta pandemia, además de continuar trabajando en mis labores de RP, empecé ayudando a mi primo Jorge Marzuca a hacer unas caretas que el donó al personal de cuerpos policiacos y a los médicos y enfermeras del sector salud. Después de varias semanas decidí abrir un taller en casa para hacer más caretas y venderlas. Tuvo un gran éxito que abrimos otro taller en Playa del Carmen.
“A lo largo de mi vida y para salir adelante y sacar a mis tres hijos adelante, he hecho pasteles y galletas para vender, he dado clases de manualidades y de repostería para niñas y adolescentes, he hecho bisutería, moños para las niñas, he dado clases de inglés y de Comunicación y RP”, afirma con una gran sonrisa.
El gesto más bello de Ana Mari es definitivamente su sonrisa, no importa en qué estado emocional se encuentre su interlocutor y el de ella misma, siempre irradia alegría y felicidad, se reserva toda emoción personal para el momento exacto y vuelve a sonreír, y así se ha mantenido al cabo de los años…
“La felicidad es estar sentada contigo platicando, es hablar por teléfono con mi mamá y contarnos cosas de la vida, es poder tomar de la mano a mi marido todas la noches y decirnos que nos amamos, es corretear a mi neta por la casa o hacerle un caballito con retazos de tela y estambre. Es cocina y recibir a mi familia y amigos en mi mesa y consentirlos con lo que prepare con mucho amor y disfrutar de una buena sobremesa. La felicidad no es tener el auto más lujoso, o tener el ultimo diseño de Carolina Herrera (que me encanta, pero no me da la felicidad si cuando lo uso no tengo con quién compartirlo o disfrutarlo), la felicidad para mí es tener salud y poder compartir mis momentos más especiales con quienes amo. Es la satisfacción de saber que soy una mujer integra y que puedo ver a los ojos a cualquiera con orgullo y paz en la conciencia y en el corazón”.
¿Qué es lo que más te gusta de la Ana Mari que ves hoy frente al espejo?
“Me gusta que sabe sonreír y que sabe compartir sus momentos. Que cuando camina por la calle las personas que la conocen la saludan con cariño y con afecto. Me gusta que ha sabido dar a los demás lo que sabe y lo que tiene”.
Una mujer de su calibre ha visto pasar presidentes, gobernadores, hoteleros y representantes de medios de comunicación internacionales, así como a celebridades pero… ¿Qué ha sido lo más satisfactorio tanto personal como profesionalmente viviendo en Cancún?
“Que he sido parte del nacimiento y crecimiento de mi ciudad, que he sido testigo y actriz viviente de muchas etapas de su historia y que he también podido aportar mi granito de arena. He trabajado en la iniciativa privada y también en el sector público siempre dando lo mejor de mi como profesionista como ciudadana”.
Cuéntanos una de las anécdotas que marcaron tu espíritu cancunense…
“Yo creo que lo que me ha marcado más en mi espíritu cancunense, han sido los momentos más amargos o difíciles de nuestro querido Cancún: Los huracanes Gilberto y Wilma, las crisis de la caída de las Torres Gemelas, las crisis de salud del H1N1 y ahora del Covid 19. Quienes nos hemos quedado aquí, hemos trabajado duro, nos hemos enfrentando a tener un destino vacío y hemos tenido la fuerza y hemos puesto todo el empeño para volver a poner en marcha todo para ser nuevamente el destino turístico que es la joya de la corona del Caribe Mexicano y orgullo de México”.
Un detalle que reservé para el final es que su apellido ha dejado huella en Quintana Roo, tanto en lo político como en lo social y esa herencia qué peso le representa…
“Es un gran orgullo, pero también es una gran responsabilidad. La familia Irabién es quintanarroense, en esta tierra nacieron mi mamá, mis tíos, mis hijos y ahora mis nietas, no es un apellido común, no es tan fácil que digas yo soy de los otros Irabién. Me obliga a ser honesta, prudente, sensata y responsable de todos mis actos. Por mí, por quienes me anteceden y por quienes me preceden soy la responsable de dar un buen ejemplo y ser una mujer que deje en todo momento una huella positiva”.
Definitivamente, Ana Mari Irabién es una mujer admirable que cuando te abre las puertas de su casa, es porque antes abrió de par en par su corazón, su amistad es un regalo muy preciado que no distingue porque sabe que al compartir lo mejor de ella, está dejando una parte de su ser en algún rincón de otra persona que mañana evocará su nombre o su memoria.