El arte de la comunicación
Todos hemos sido otorgados con el don de la comunicación. Pero muy pocos logran dominar este arte.
Primero tengo que romper un paradigma: querer no es poder, y aunque usemos mucho este dicho, en el fondo sabemos que no es verdad, “Quiero teletransportarme a lugares pero en realidad no puedo”. Les presento el nuevo dicho de nuestra época: PODER ES QUERER. Nadie está obligado a hacer nada en este mundo, y repito, nada. No hay excepción de esta regla. No estás obligado a ir a la escuela, no estás obligado a hacer ejercicio, no estás obligado a tomar ese trabajo… pero tengo qué… ¡Falso! Nadie en este mundo tiene que hacer nada. De hoy en adelante sólo existe, el quiero: Quiero ir a la escuela porque quiero un título, quiero hacer ejercicio porque quiero estar sana, quiero tomar este trabajo porque quiero estar estable económicamente. Cambiemos nuestro vocabulario. Al aceptar en nuestras palabras que no estamos obligados a nada, inmediatamente tomamos responsabilidad de nuestras acciones y estamos listos para tomar responsabilidad igual de nuestra voz.
Las ondas de sonido son como dos magnetos: se atraen. Mi voz atrae tu voz. Mis pensamientos atraen tus pensamientos, se alinean con tus pensamientos, se mezclan con tus pensamientos, hasta que mis pensamientos se pierden con tus pensamientos, quitándonos el poder de diferenciar mis pensamientos con los tuyos. Escuchemos a los otros con respeto sin dejarnos llevar por creencias provenientes de la presión de los otros. Podemos pensar diferente, es válido, de hecho, es requerido para tener una sociedad rica de cultura y diversidad. No tengas miedo de ser auténtico. Tus ideales son únicos y especiales y merecen ser respetados por cada ser vivo de la Tierra.
Quiero que mi voz rompa ese magneto para que recibas mis pensamientos, mis sentimientos, mis ideales y mi persona de la forma más orgánica posible. Para poder romper este magneto, debemos practicarlo con el prójimo. Les voy a dejar una tarea: la siguiente vez que una persona les quiera compartir una historia, su opinión o cualquier aspecto minúsculo, piensa que para ellos es inmenso ya que forma parte de su persona y de sus valores. Escúchalos absorbiendo la información que te están regalando, en vez de solamente pensar y concentrarte ansiosamente para tomar el turno de hablar sobre ti. No interrumpas, todo el mundo merece ser el centro de atención, y micrófono sólo hay uno. Escúchalos hasta que ellos se sientan satisfechos de expresar lo que tenían que compartir. En ese momento, no sientas la necesidad que tienes que hacer mucho, porque al sólo escuchar ya hiciste lo más difícil: rompiste el magneto. Puedes proceder a hablar, compartir, o simplemente, si no compartes el mismo punto de vista, puedes expresar con respeto que tus ideales no se alinean con los de la otra persona, pero lo más importante es que puedes quedarte callado. Mucha gente cree que el arte de la comunicación es expresar todo lo que tienes en la mente, pero lo que muchos no saben es que podemos darnos el lujo del silencio. Si esa información que recibiste de la otra persona no te beneficia de ningún modo, puedes permanecer en silencio expresando respeto y empatía. Las palabras son nuestra propiedad, nadie necesita hacerlas suyas y mezclar ondas en un magneto. Muchas veces, la gente solamente necesita ser escuchada y no sermoneada. Tenemos que aprender a separar la Evaluación de la Observación ya que si las combinamos, la otra persona puede tomarlo como crítica y tu intención de dar ayuda se perderá. Tenemos que practicar este arte de la comunicación con el prójimo para que ellos igualmente la empiecen a practicar y así creamos una cadena de voces originales provenientes del alma. Tenemos que dar empatía para recibir empatía. Libera tu mente de cualquier juicio y escucha empáticamente a los demás.
Seamos auténticos para ser artistas victoriosos.