Dr. Sergio De la Fuente

Director General y Fundador del Hospital Americano

Cynthia De la Fuente

“Vivimos una vida aventurera y colorida a tu lado. Como una estrella fugaz en el cielo, tus historias y fantásticas experiencias, iluminaron inmemorables momentos en nuestras vidas. Tu cariñosa luz acaparaba la atención de quien estuviera a tú lado y brilló siempre por esa inigualable calidad humana hacia todos los que tuvimos el privilegio de estar a tu lado.

Recordaremos esos ojos color miel, llenos de calidez, emoción y picardía, ese inmenso amor y alegría, y esa incansable energía y entrega para atender a tus pacientes, amigos y familia. Fueron 54 años ejerciendo la noble profesión de médico, toda una vida al servicio de los demás, nos llena de orgullo y admiración.

Papá, ha sido un enorme privilegio y orgullo ser tus hijos, sabemos que tú luz brillará en nuestros corazones por siempre. ¡Hasta pronto y que Dios te tenga en su gloria! 

¡Dr. Sergio De la Fuente Burton, por siempre un maravilloso y amoroso padre y abuelo!

Karina, Sergio, Lissette, Priscila, Carlos y Cynthia

Benjamín de la Peña

“Despedir a un gran amigo como el doctor Sergio de la Fuente no es fácil, fue además de pionero en la medicina en Cancún, un gran amigo con quien tuve contacto desde que llegó a Cancún, teníamos la costumbre de vernos una vez por semana, el golf nos acercó aún más y así se fortaleció mi amistad con un gran ser humano, un excelente padre de familia, pero sobre todo un visionario de la medicina que dejó un importante legado. Me enteré muy tarde que estaba enfermo cuando ya no se le podía ver, eso me duele mucho porque no tuvimos tiempo de despedirnos, sin embargo, me quedó con muy buenos recuerdos de una amistad que retomaremos un día, estoy seguro que así será”.

Karina de la Fuente

“Nuestro padre, nació con la capacidad de ver la vida diferente. Su pasión la transmitía a todo aquel que fijaba su mirada en esos ojos llenos de compasión y picardía. En la dimensión del Docky (como le decían sus cuates), no había gravedad, todo se movía de acuerdo a sus leyes, simples para él, complejas para cualquiera.

Construyó una dimensión de vida diferente, en donde su hospital era su casa, sus hijos, empleados, colaboradores y amigos, su familia.

Cumplía años el siete de julio, lo festejábamos en un evento familiar especial, pero nunca más emotivo que cualquier desayuno con sus hijos en la cafetería del hospital, o una recurrente jugada de cartas por la noche en el Hospital Americano. 

Nos acostumbró a que ningún evento fuese igual y tuvo el don de marcar momentos de nuestras vidas con sus historias, todas ciertas, pero con un toque de imaginación que les daba matiz de inolvidables.

No fue un hombre que se guio por lo normal, no podía serlo con esa inmensa generosidad que sabía entender las necesidades de la gente, haciendo todo lo que estaba en sus manos para ayudar, aun a pesar de sus tiempos, recursos e incluso patrimonio.

Cuando la gente se enteró de su enfermedad, recibimos un sin número de llamadas para saber de él y para contarnos cómo nuestro padre dejó marcadas sus vidas, fueron cientos de apoyos, agradecimientos y anécdotas, todos mostrando tristeza al saber que su héroe y el nuestro podía morir.

La más memorable vino de una señora que nos llamó para decir que era imposible que estuviera entubado, ya que un día antes le había tomado la llamada para darle consulta, el Docky ya postrado en una cama, con tanque de oxígeno, usando el poco aliento que le quedaba siguió atendiendo a sus pacientes, una muestra más de su calidad de ser humano y su vocación.  Definitivamente se fue haciendo lo que más amaba: servir a la gente.

Fue un honor y privilegio tener un padre así; nos dejó un gran legado, no económico, sino de amor por la vida y pasión por lo que hacemos”.

Dra. Martha Altamirano

“Me siento muy afortunada de haber venido a Cancún hace 24 años y conocer a uno de los mejores seres humanos que he conocido en mis 74 años de vida. Un gran profesionista, caritativo, humano, adoraba su trabajo, en cada enfermo entregaba su sabiduría y su honradez. Siempre en el hospital nos hizo sentir en familia con un trato hermoso, un ser con una humildad grandiosa, siempre alegre de buen humor, se ha ido y ha dejado una gran huella en todos nuestros corazones. Un padre maravilloso, el mejor ginecólogo que he conocido, formó una linda familia, y siempre me hizo sentir parte de ella. Todos los que tuvimos la bendición de conocerlo, fuimos muy afortunados, pero tengo la plena seguridad que por ese corazón y esa bondad tan grande, Dios lo tiene en el cielo. 

Gracias doctor De la Fuente por estar en nuestras vidas, todos por siempre te llevaremos en nuestro corazón, ¡amén por siempre!

Jackie Navarrete

“El Dr. Sergio De la Fuente, un gran amigo y compañero de golf. Lo conocí hace más de 25 años cuando comenzaba a tomar clases y a jugar, recuerdo que un día el pro Galindo, mi maestro me dijo: Jackita, para ser una buena jugadora tienes que jugar con buenos jugadores y me llevó con “El grupo del Dr.”

Docky, como le decíamos de cariño, fue un apasionado del golf y un hombre con un corazón extraordinario que siempre y sin dudar nos apoyó a todos, fuéramos amigos o desconocidos, yo le hacía la broma que le pagaban hasta con gallinas y si no tenían nada aun así él siempre atendía a la gente que iba a su hospital.

En esa época él jugaba todos los días de lunes a domingo y en su grupo siempre jugaron buenos incluyendo los profesionales, gracias a eso aprendí a aguantar la presión para los torneos Nacionales, porque todos íbamos contra todos, en todas las apuestas que te puedas imaginar de parejas, individuales, por hoyo, al medal (mejor score), “Los especiales” birdies, sandies, hoyeses, etc. así que perder no era opción, había que ganar o morías.

De los mejores recuerdos que tengo con él, fueron cuando ganamos juntos el primer lugar para irnos a la Nacional de parejas del Grupo Imagen, en el Campazo de Playacar, el más difícil de todos aquí, Docky se llevó el mejor O’yes del torneo: una moto que por cierto nunca le dieron la factura, de ahí nos fuimos a Puerto Vallarta, al famoso campo El Tigre, allá quedamos en tercer lugar Nacional, la pasamos genial.

Otra inolvidable fue después del huracán Willma, todos los campos estaban cerrados el único que se podía jugar era el campito de nueve hoyos de Puerto Aventuras, así que nos veíamos todos a las 8:00 a.m. en la cafetería del Hospital Americano,  nos preparaban unas tortas de huevo con chorizo deliciosas y nos íbamos para Puerto Aventuras, con sol, sin sol, con lluvia, como fuera, nada nos detenía, Docky siempre decía: “En los campos nunca llueve” así que hasta empapados jugábamos todo el día dábamos como 10 vueltas al campo como niños chiquitos regresábamos casi de noche, ya te imaginarás los regaños en las casas de todos…

También recuerdo que si el Dr. no llegaba al club, nadie del grupo jugaba, si él estaba en un parto hasta que naciera el chamaco lo esperábamos todos los carritos formados en fila en el hoyo 1, cuando le llamábamos para ver a qué hora llegaba no importaba donde estuviera él; a punto de sacar al bebé o saliendo del hospital, siempre contestaba: “voy por la bandera” (de la zona hotelera) -porque en esa época todos jugábamos en Pok ta Pok-, así que hasta el día de hoy todos sus amigos si nos preguntan por dónde vamos, sin importar en dónde estemos ni a dónde vayamos, siempre todos contestamos: “Por la Bandera”.

Que en paz descanses Docky, gracias por tú amor y por tu gran corazón…

Para siempre te amaré, para siempre te querré, mientras en mí haya vida, ¡siempre serás mi Docky Pinocky!

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