Día de Muertos

Las tradiciones de México son espléndidas. Cada año, nos regalamos un día para recordar: recordar a los que han pisado nuestras tierras, recordar sus enseñanzas, recordar su humanidad completa, desde errores hasta triunfos, y así entender que todos estaremos bien. Recordamos el ciclo de la vida, respetando tanto a la vida como a la muerte, y agradeciendo nuestra inmortalidad, porque esta eleva la importancia de cada momento que vivimos. Gracias a que la vida tiene un fin, el propósito es mucho más fácil de encontrar, incluso en las cosas más mínimas. Cada momento es único, y todos los momentos tienen un fin, pero si lo vives al máximo, podrás lograr inmortalizar esos momentos, al menos un día al año. Inmortalizar momentos es recordarlos. Ser mortal es lo más importante que tenemos en nuestras vidas, y, paradójicamente, lo que más deseamos es la inmortalidad. Y en México, una vez al año, todos los que temían ser olvidados, se vuelven inmortales.

Cada vida está hecha de un libro de recuerdos que, en conjunto, forman a tu persona. Una vez al año, los mexicanos se reúnen para leer los libros de recuerdos de las personas que aman pero que ya no están físicamente con ellos. De hecho, es el día que la línea entre el mundo físico y espiritual se desvanece, logrando que, con puros recuerdos, la presencia espiritual de esa persona que recordamos sea más fuerte que una presencia física. Recordar es aceptar una pérdida, no superarla, sino aprender a vivir con ella. Recordar no es soltar lágrimas de tristeza, sino reír a carcajadas y celebrar la vida de esa persona que amamos y extrañamos tanto. Celebramos a los muertos un día para poder amar más profundamente a los que siguen con vida. Celebramos la muerte para recordar que estamos vivos. Recordamos a los que estuvieron, recordando que en realidad siguen estando, guiándonos para poder vivir la vida más plenamente posible por el resto de nuestros días.

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