Gerardo Zúñiga

¿Qué se siente ser pionero en Cancún? No soy el pionero que llegó al inicio, pero sí cuando se empezaron a hacer los topes en las calles, cuando las casas estaban abiertas… Creo que fue en el ´86. En cualquier lugar te encontrabas con gente que conocías y te sentías parte de la comunidad. Aquí empecé a crecer, a pintar, ver crecer a mis sobrinos, a los sobrinos nietos… Cancún me ha dado mucho. De tu arte a mi arte Prefiero mi arte… ¿Qué te condujo al arte? Creo que un poco la soledad. Dejar México y llegar aquí… fue como un refugio. Mi papá tenía una galería en Plaza Las Velas, y mi hermana Lourdes tomó clases de pintura. Pusimos un estudio en Bahía, debajo de Ritco, que era mi escondite, mi cueva. Llevaba los cuadros a la galería y se vendían… así empecé. ¿Cuál fue la insignia o emblema de tu pintura? Inicié pintando arquitectura mexicana, realismo, después me fui a estudiar arte a Estados Unidos y empecé con el abstracto, regresé pintando abstracto. También hice collage… Pasó el tiempo y he encontrado cosas que me llenan y que me gustan, colores, texturas. ¿Nunca te sentiste culpable por vender algo que no te gustaba? Sí… A una señora de Pok Ta Pok que tenía tiendas de platería. Llegó y me dijo que quería un cuadro mío porque unas amigas tenían algunos en sus casas. Fui a su casa, la decoración era muy Luis XV y mi trabajo no venía al caso en ningún lado. Tras la insistencia terminé vendiéndole un cuadro para el baño, y me sentí súper culpable, porque ni ahí se veía bien. ¿De cuánto ha sido el cuadro más barato que has vendido y el más caro? El más barato ha sido regalado, y el más caro, que fue en esa época, un cuadro muy grande, costó como tres mil 500 dólares. Que para mí era muchísimo dinero… ¿Sigues pintando? Estos dos años que he pasado fuera de Cancún me enfoqué en otras áreas del arte, estuve cantando y actuando. Sí he pintado porque he tenido que hacer murales, pero no por cuestiones de encerrarme conmigo mismo a crear. Espero retomarlo porque es algo que me gusta.
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