Brenda Serrano… Médico cirujano estético
“Los pequeños cambios que podamos hacer en la vida de alguien, tienen un impacto muy fuerte y muy grande en su día a día”.
Por Esteban Torres P.
Dueña de una agradable sonrisa que inspira confianza, así es la doctora Brenda Serrano, una joven especialista en medicina cosmética que nos recibió en Alaïa, la clínica de especialidades que comanda y de la que nos habló ampliamente, asimismo, de forma retrospectiva nos habló del camino que ha recorrido profesionalmente.
¿Cuándo eras pequeña qué pensabas ser de grande?
“Realmente no tenía una carrera en mente, pero conocí a un ginecólogo que me ayudó mucho a decidirme; de entrada no me gustan mucho las matemáticas, esa no era mi opción; mi papá tiene una empresa de construcción, pero tampoco me atrajo mucho; sin embargo el ginecólogo me sugirió medicina; no tenía ni un prejuicio como para no aceptarla, me empezó a invitar a cirugías y consultas, pero ver los resultados y la cara de alegría de la gente que llega con un problema y debes pensar en mil soluciones y las mil causas que lo provocaron, me convenció, me incliné hacia el pensamiento clínico. Me apunté para el examen de la UNAM, pero también me gustaba la Anáhuac, porque ahí jugaba fútbol, afortunadamente apliqué para las dos, pero el primer día de clases en la UNAM y empezaron a hablar de lleno de la fisiopatología de la célula no me gustó. Lo comenté con mi papá que es egresado de La Salle y él me contó su experiencia estudiando en una universidad privada, así que me inscribí en la Anáhuac, y super, me gustó mucho, es una carrera muy egoísta que te aisla de amigos, pierdes contacto con la familia, puedes tener muchos días grises pero siempre hay uno que compensa todo”.
¿Qué momento, pensamiento o situación definió tu vocación?
“Si no hubiera conocido a ese ginecólogo, al doctor Carlos, no hubiera estudiado medicina, él fue decisivo”.
Platícanos de ese momento de convicción que reforzó tu elección profesional…
“Terminé mi carrera justo cuando empezó la pandemia; siempre he sido una persona con metas definidas, todos los días trabajo por una meta: como con el tenis, mi carrera y mi vida en general; mi plan inicial era ir a España y estudiar cirugía plástica, mandé mis papeles para homologar materias en plena pandemia, esperé respuesta durante un par de meses y como no llegaba nada, me metí a trabajar a un hospital en la Ciudad de México ayudando gente con COVID-19, pero emocionalmente no me sentía preparada para enfrentarlo; vi mucha gente luchando por su vida, muriendo, de mil maneras, pero todo era malo y triste; ver a médicos tan bien preparados que no encontraban cura fue muy frustrante. Busqué trabajo lejos de casa para no contagiar a mi familia y así llegué a Cozumel a una red hospitalaria, eso fue hace cuatro años, me apoyaron mucho porque yo no sabía nada de la vida de adulto. Fue la mejor experiencia porque conocí a mucha gente linda, aunque sólo estuve cinco meses, ahí terminé la maestría en medicina estética y administración de hospitales. Y al ver mis resultados, mis jefes me ofrecieron una plaza dentro de la parte administrativa de sus hospitales, pero en Playa del Carmen. Ahí conocí a unas dermatólogas que me acercaron a la medicina estética, pero no tenía mucha práctica, sin embargo, mi familia y amigos se ofrecieron y practiqué con todos ellos”.
¿Qué es lo que más te llena de satisfacción de tu profesión actualmente?
“Puede ser que mucha gente vea esto como algo muy superficial pero la verdad es que no, esos cambios pequeños que podamos hacer en la vida de alguien, tienen un impacto muy fuerte, y muy grande en su día a día. La gente que se dedica a ventas por ejemplo, o las que están en contacto con muchas personas, hacen cambios pequeños pero personalmente se sienten mejor, más seguros y eso les ayuda y motiva”.
Si quisiéramos medir en porcentajes tu actividad: ¿cuántos pacientes llegan hasta ti por vanidad y cuántos por necesidad y cuál ha sido el argumento de su parte que te haya dado una lección de vida…?
“Esa pregunta es muy buena. Creo que la vanidad y la necesidad van de la mano. La gente no viene sólo porque le digan que ya se está arrugando, a lo mejor esa ni es la razón, quizá se vio al espejo y quiso verse y sentirse mejor. Es amor propio al final.
“Les contaré la historia de Carmen. Venía de una mala racha: había perdido a su esposo, tuvo cáncer y justo en esas fechas pasaba por un mal momento, cuando le platiqué de los tratamientos me dijo que finalmente podía pensar en ella, que estaba lista para hacer algo que siempre había querido, pero nunca había podido. Le sugerí varios tratamientos y que ella me dijera en qué momento se sentía bien y ahí nos detendremos, todo desde un sentido ético porque no se trata sólo de ganar dinero, sino de hacer un buen servicio. Lo último que me pidió fue relleno de labios y cuando terminamos se vio y vio todo igual, pero cuando le pasé sus lentes y se miró, comenzó a llorar de alegría. Son esos días los que te impulsan, pero sobre todo te motivan a seguir estudiando para aplicar tratamientos nuevos”.
¿A qué atribuyes el auge de tu especialidad: medicina cosmética, en los últimos años?
“La pandemia nos abrió la mente a la salud, y no sólo a comer bien y hacer ejercicio, que es lo básico; hizo hacer un cambio desde adentro y que se vea por fuera, nos hizo preocuparnos más por la piel, la cara, el cuerpo, el cabello, las uñas, todo lo que refleja en nuestro cuerpo bienestar”.
Crees que la presión social sea determinante o ¿cuál es el factor que acelera y fomenta este gusto o necesidad?
“Más que presión social, es un chip que ahora traemos todos”.
¿Qué es lo que más buscan tus pacientes: retardar el paso del tiempo, detenerlo a tiempo, recuperar frescura o de plano modificar su rostro?
“Hay un término muy bonito que se escucha mucho: envejecer con dignidad, esto habla de vernos bien aunque estemos viejitos. No está mal verse viejito, pero puedes verte también de una manera digna, que tenga congruencia, que no tengas 65 y te veas de 80, simplemente que haya una armonía, que no se confunda con verse joven, sino, verse bien a su edad. Si la gente acude a nosotros a una edad temprana, podemos ayudarle a ser más llevadera su edad, arreglando esos cambios en el rostro oportunamente”.
Si no existiera tu especialidad como opción, ¿a qué otros recursos crees que habría sucumbido la humanidad?
“A la cirugía plástica, que es la opción directa. Pero si llevan un estilo sano desde joven, una buena alimentación, usan protector solar, los efectos nocivos se pueden retardar, pero si no, aquí estamos para ayudarlos con todo eso y más”.
¿Cómo te ves frente al espejo: aliada, víctima, ángel de la guarda o una herramienta al servicio de la salud que cura más allá de la inseguridad, sino incluso el ego?
“¡Qué complicada pregunta! Todo depende del día. Hay días que tienes esa chispa de salvar el mundo. Extraño entrar a quirófano y dar lo mejor de mí para salvar a una persona; ayudar a personas en una etapa terminal y ver que esa persona mejora es lo más gratificante, pero en esta rama me siento más una aliada para que se sientan bien. La filosofía y prioridad aquí en Alaia es que el paciente esté y se sienta bien. Y no me siento víctima, pero eso implica sufrir, aquí se trata de gozar y de disfrutar el proceso hasta conseguir el mejor resultado”.
Mucha gente le tiene aversión a estos tratamientos porque una vez que empiezas, ya no paras, y a veces los resultados pueden ser incluso desastrosos… ¿Tú qué piensas?
“Como médico, debes tener muy en alto tu ética profesional para saber cómo y cuándo parar; ante todo se les explica que son efectos con cierta vigencia, no son definitivos, para que lo tenga presente cuando vuelva a ver esas arruguitas asomarse de nuevo”.
Te ha tocado algún caso crítico en el que sólo te queda una opción: hacer obra social para salvar alguna persona…
“La verdad es que esa es una virtud y un defecto en mí, me cuesta mucho aún monetizar ciertos procedimientos, para mí es muy sencillo poner bótox por ejemplo, pero los productos en general son caros; hay gente que los da muy caros y otros muy baratos porque ni siquiera son médicos; aquí lo más importante es que la gente se cerciore de que está en manos de un médico, que pertenece algún colegio que se está actualizando constantemente”.
¿Cómo ves a futuro esta medicina y hacia dónde la está encaminando la misma ciencia?
En crecimiento constante. Está innovando y mejorando con nuevas técnicas y productos; en lo personal asisto regularmente a congresos en Estados Unidos y Europa y ojalá la gente nos viera a todos los especialistas en medicina cosmética como algo recurrente. En un mundo ideal, sería muy sano que así como van al dentista, también cuidarán de su piel y su aspecto exterior para mantener la piel luminosa, porque a todos como persona nos gusta vernos y sentirnos mejor”.