ASUNTOS DECEMBRINOS SIN NACIMIENTOS NAVIDEÑOS
POR ISABEL ROSAS MARTÍN DEL CAMPO
Cada año para la época decembrina coloco mi nacimiento navideño con la misma pasión que lo he hecho desde que era una niña de tan sólo ocho años. Colocar este escenario legendario representativo de una de las historias milenarias más profundas de fe y esperanza es para mí una oportunidad de saberme un ser extraño quizá hasta pasado de moda. ¿A quién en estos tiempos se le puede ocurrir ocupar dos o hasta tres días enteros en consumar el montaje de una pequeña ciudad? Miro por todos lados la exhibición de majestuosos árboles de navidad, cada vez más y más lujosos. Es como si de pronto, la verdadera razón del pino quedara oculta bajo la gran cantidad de objetos que lo adornan: esferas, moños, muñecos, todos con gran diseño y costos exorbitantes. ¿Para qué?, ¿Por qué se coloca un árbol así?
Creo que me transformo en una especie de Grinch cuando pienso que el sentido de la navidad no es el amor, sino la oportunidad de darse regalos, comprarse un buen atuendo qué lucir; diseñar un árbol que sorprenda a cualquiera y criticar la cena si no fue lo suficientemente rica. ¿Por qué digo esto? Mientras saco las cajas olvidadas un año completo para extraer de su interior las figurillas de cientos de pastorcillos y animalitos pienso, en el que para muchos han sido olvidadas para siempre.
Me preguntaba mi hijo ¿qué era lo que más me gustaba de la navidad y qué era lo que menos? Sin chistar le di respuesta: “me gusta el que es una época que sirve de pretexto para que la familia se reúna en torno a una cena preparada cuidadosamente y se brinde por el amor en familia; que la gente acude a ver a familiares lejanos, aunque sea unos días, primos, tíos, hermanos, padres, madres, abuelos y abuelas o hasta amigos. Eso es algo que considero de gran valor. No me gusta el que se hayan olvidado del nacimiento del niño Jesús. Santa Claus acapara los escaparates, la esencia de esta época se viste con barbas y de Rodolfo el reno para que los niños esperan ansiosos juguetes efímeros de moda y que sólo los usarán un tiempo. Juguetes sin sentido, extremadamente caros.
La tradición del nacimiento se ha dejado para iglesias y adornos citadinos (a veces) si es que Santa Claus o las casitas de dulces y galletas de jengibre no monopolizan la atención. Entre tanto, continúo acomodando cada casita en esta pequeña ciudad que simboliza la llegada del niño más importante para hombres y mujeres de Fe. Puse el puente por donde cruzan los Santos Reyes Magos para la adoración del hijo de Dios y la sagrada familia. La aldea muestra una vida sencilla cercana a la naturaleza y al universo. Las mujeres lavando en el río o los pastores cuidando del rebaño. Colocar mi nacimiento navideño es introyectar a aquella época, vivenciarla, imaginar la simpleza de sus historias, saber sus andares, trasladarme a ese pasado remoto para comprender mejor el presente. Un presente complejo que ya no guarda año con año figurillas de yeso para que en cada diciembre se reviva sobre musgo, heno, borregos, estrellas, luces la esperanza de un mundo enfermo de deshumanidad.