la joven andrógina de Cancún
Por ISABEL ROSAS MARTÍN DEL CAMPO
La he visto varias veces, hasta le he escuchado; es como si su voz quisiera ser lanzada al cielo y atravesar las conciencias de todos aquellos que ya no tienen oídos para apreciar su música. Quizás esta sea lo más parecido a los tambores africanos que utilizan sus propias manos y dedos para entonar los ritmos afrodisiacos de sus danzas desnudas de todo lo que podría relacionarse con la modernidad de la inteligencia que ya está sorda. Como una andrógina, cuando la he mirado en esas multitudes tricolores de plaza de la Reforma no se pierde entre todas, porque su fuerza es avasalladora. A pesar de la triada cromática que vocifera la injusticia feminicida a su juicio: el negro de la incertidumbre y del luto, el violeta de la violencia y violación y el “carne” de sus carnes.
Se llama Aniluap, me dijo. Lleva su cabello rapado de un lado y largo del otro, como si quisiera simbolizar los opuestos inevitables de la realidad que la circula, sus bíceps y abdominales están marcados como yerras que gritan ¡auxilio! ¡Que pronto se detenga la injusticia de la indiferencia vestida de odio, de rencor, de violencia! Su mirada es una lanza, mientras sus pequeños senos descubren su feminidad vestida de combate. Todo se ha fundido en un solo elemento gasificado, deambulando por uno y por otro lado hasta impregnarse en las almas de aquellos que son débiles y se hacen fuertes al olerlo para convertirse en otros que no fueron; asesinos, violadores, chantajistas, agresores, ladrones, hasta se desconocen cuando se miran en el espejo para rasurarse la barba que los acalora o para acicalársela y sentir que los protege tal cual un amuleto de la suerte para su barbarie.
Aniluap, es diferente a mí, tanto, como a muchas mujeres que no podemos entenderla, sentimos el dolor de todas, pero no compartimos su lenguaje, su narrativa antipoética radical, diría yo que es “supra real”: metafísica, cruda y subversiva. Todo se diluye en la racionalidad que nos apresa, es como si la mujer se fragmentara en muchas hasta perderse una sola en todas. Menos Aniluap, sus brazos extendidos y sus piernas abiertas como un compás sostienen un cartón pintado a mano: “Pedimos JUSTICIA y nos respondieron con BALAS”; parece una “X”, como si naturalmente representara la ausencia de la que ya no está en ella o, el enigma de cada desaparición no resuelta o, las razones que, a veces únicamente se suponen.
Aniluap, es tan frágil a la vista y tan fuerte y valiente a la distancia desde donde la ven todos, fotografiada mil veces por reporteros y periodistas llama la atención, tal vez porque emana ¡gritos de desesperación! Por su apariencia y valentía la han confundido con un joven, como si al ser hombre, fuese entonces fuerte y valiente. Estoy segura de que han nacido muchas Aniluap, tantas que ya todas se parecen. Han tenido que ocultar sus rostros, antes de ser sepultados por otros.