“Algo que espero con ansias”  – Un cuento

La semana pasó en un instante. No puedo creer que otra vez sea domingo. Pero, a diferencia de otros domingos, hoy si espero algo de él. Los días entre semana son verdaderamente aburridos, pero hoy es diferente (por fin tengo un “pero” en mis oraciones), porque hoy SI tengo algo que espero con ansias: mi clase de pintura. Siempre crecí con la idea de que no podía pintar (dibujar personas con palitos era un desafío para mi), pero hace poco me di cuenta que en realidad solo no sabía pintar. Disfruto mucho el no saber algo porque descubro un campo de aprendizaje donde me puedo entretener; saber que no se algo me hace apuntar más fácilmente a qué conocimiento específico debería adquirir. Puede sonar cliché pero con determinación todo se puede. Y este domingo amanecí determinada.

Hace una semana en una típica mañana que salí a caminar por el parque, me encontré con un grupo de personas pintando al aire libre. Sus pinceles estaban perfectamente sincronizados con los lienzos para reflejar felicidad, creando un aura casi visible. Necesito eso. Esa es mi meta en la vida. Entonces decidí inscribirme para la clase del próximo domingo, y por fin poder decir que tenía algo que esperaba con ansias.

Hoy es mi clase, mi terapia. Tal vez no soy la mejor pintora del grupo, pero el pincel me hace soltar cada emoción destructiva que contengo. He estado sola por mucho tiempo. Mi prometido me dejó hace 4-5 años; mi mente no recuerda el día exacto, solo sé gracias a mi calendario que el tiempo ha pasado. Si me dijeras que fue ayer, te lo creería. Ni siquiera se despidió, solo me dejó una nota, bueno ni siquiera una nota, solo un post-it; eso es lo que nuestra relación significó para él, un maldito cuadrado amarillo pegajoso. Hoy es mi momento de crear un mundo perfecto, aquí en un lienzo blanco reflejando esperanza. Todos ya se olvidaron de mi pasado, dándome a entender que yo también tenía que seguir adelante… lista o no, ahí voy.

Me senté en la última fila de la clase para pasar desapercibida; tiendo a inclinarme por la versión tímida de mi misma cuando me siento intimidada. No estoy insinuando que este entorno sea intimidante, al contrario, es extrañamente acogedor, pero prefiero guardar mi arte para mi, al menos por ahora.

“Buenos días a todos. Hoy quiero que pinten su mejor versión de este florero.”

Y así comienza mi viaje. No recuerdo la última vez que haya disfrutado de mi propia compañía, ¿será que la estoy confundiendo con la compañía de mi lienzo? ¿o tal vez la compañía de mis compañeros que ni conozco? No estoy segura, pero no creo que importe, ya que estoy disfrutando.

“Se acabó el tiempo. Saben que no me gusta exponer a mis alumnos, pero veo una cara nueva en el fondo y estoy seguro que todos queremos ver su trabajo. Somos una comunidad, una familia, y queremos conocerte a través de tu arte.”

Mi cerebro no procesó esas palabras hasta que sentí todas las miradas hacia mi. Sonreí, tomé mi lienzo con mis manos temblando y llenas de sudor, y caminé hasta enfrente–en el peor momento, el tiempo se decidió frenar porque esta caminata fue eterna. Por fin el reloj decidió seguir y ya estaba parada frente a toda la clase. Sin pensarlo dos veces, enseñé mi pintura y revelé mi verdadero yo. Los segundos de silencio se convirtieron en minutos. ¿Era esto lo que estuve buscando toda la semana? ¿Humillación? Me sentí completamente vulnerable.

“¡Increíble! ¡Hacía años que no veía detalles vívidos como estos! Tienes un verdadero talento que definitivamente podemos pulir. Solo una pregunta, ¿algún significado particular para tu elección de blanco y negro?”

Alguien apagó la luz. No me había dado cuenta que solo use negro. Estaba casi segura de que había usado color, pero se veía completamente insípida.

“Supongo que es mi percepción de la vida. La palabra “vivida” se fue de mi vocabulario hace tiempo.”

  “Sabes…ahora nos tienes a nosotros y a este hermoso lienzo que está esperando que difundas tu color en él. Hay luz brillando entre tus partes rotas. Tienes color. Tienes vida. Hazla tuya, no de tus partes rotas.” 

Y hoy aprendí la mejor lección: pedir ayuda.

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