El es: Eduardo Martínez Salgado
La vida lo puso en el lugar que más enseñanzas le ha dado desarrollando su habilidad para atender una necesidad cuya cura sólo es posible a través de la generosidad de voluntarios, y de donadores que hacen posible el milagro de la rehabilitación
Por Esteban Torres P.
Dueño de un carácter alegre y optimista, Eduardo Martínez Salgado, director general del CRIT Quintana Roo nos recibió en las instalaciones del centro que comanda, en donde todos los días se escriben historias de todo tipo, pero en las que se busca siempre el mismo fin: elevar la calidad de vida de quienes buscan ayuda.
Antes del CRIT a qué te dedicabas y ¿cómo llegas al CRIT?
“Justo este año estoy cumpliendo 10 años. Llegué por casualidad o porque así lo quiso la vida, no lo sé. Estudié Administración y Mercadotecnia y me dediqué a trabajar en áreas de publicidad, marketing y comercialización; previo a entrar, trabajé en una empresa de comercializadora de productos forestales, importábamos madera y derivados al mayoreo, llevaba el área comercial y por casualidad inicié el proceso para entrar a Fundación Teletón, lo concluí exitosamente y empiezo a dirigir el centro que se estaba construyendo en La Paz, Baja California Sur, tenía un año de casado con mi esposa Irma, no tenía hijos y lo vi como una oportunidad para empezar una nueva vida, además de que no conocíamos esa zona del país; dejamos la Ciudad de México y aceptamos la decisión. Fueron siete años maravillosos con muchísimas alegrías: nacieron mis tres hijos, todos son de La Paz, abrimos el CRIT y desarrollamos muchas cosas interesantes. Hace tres años me invitaron a dirigir el centro de Cancún, cambiamos el desierto por el caribe, para todos fue un reto que hemos disfrutado muchísimo. Este centro lo tomé ya más maduro con nueve años de trabajo y fue una sorpresa verlo tan dinámico. Llegué a aprender mucho tanto del equipo de colaboradores y de los especialistas, pero sobre todo de los niños y las familias que son el alma de este espacio”.
¿Cómo fue tu primer día en el CRIT?
“Pues fue impactante, porque fui el primer empleado contratado para supervisar la obra, fue interesante ver el proceso. Anteriormente cuando se abría un nuevo centro, se anunciaba en la cena de fin de año y tardaba nueve meses en construirse, pero desde que se inauguró el más reciente –Tijuana 2005-, no hemos podido conservar esa tradición. Lo que vi fue una responsabilidad muy grande, porque la gente confía en nosotros, y ellos habían confiado en mí para lograrlo. Fue un shock de emoción y compromiso, pero ante todo muchas ganas de echar para adelante el proyecto”.
¿Esta fue tu primera relación con las instituciones IAP?
“Desde luego que no, desde chavo en la escuela me involucraba en proyectos sociales, pero nunca lo pensé como un trabajo profesional. Recientemente me invitaron a dar una conferencia en la Universidad Anáhuac y les dije que a veces no pensamos que este sea un trabajo profesional –refiriéndome al mío-, ya que es un producto que surgió de la organización de la sociedad civil en la que participan también voluntarios sin cuyo trabajo esto no sería lo mismo. Estoy rodeado de personas muy valiosas en donde aprendes de experiencias a veces muy difíciles. Este centro es una guía para encausar la generosidad de mucha gente”.
¿Cuál es el reto más duro al que se enfrenta tu cargo…?
“Mantener altos estándares de calidad en cada servicio que brindamos. Cuando llega la gente se sorprende de la excelente condición en la que están las instalaciones; nosotros creemos que la gente llega con muchas expectativas y espera recibir el mejor servicio. Desde luego que siempre hay nuevas metas, las estamos conquistando todo el tiempo. Otro reto es el tema de los recursos que cada año tenemos que cubrir haciendo eventos, pero este año ha sido muy difícil para todo el mundo, sin embargo, no han dejado de apoyar porque saben la importancia del trabajo que realizamos. Pero el más gratificante es el resultado. No somos una fábrica en la que entra materia prima y sale producto, aquí atendemos personas con personas, obviamente también cuenta la tecnología que nos facilita el trabajo, pero nosotros tenemos que optimizar esos recursos en terapias que den resultados y cumplirlos, es el mayor reto al que nos enfrentamos día a día”.
¿Eres de corazón fuerte para encarar las necesidades de un organismo como el CRIT?
“Sí es difícil. En días normales antes de la pandemia hay casi 200 niños a los que atendemos diariamente, la mayoría presentan una carga de pobreza considerable -10% por dar una cifra, además de otros problemas sociales: abuso, violencia intrafamiliar, entre otros, pero nos toca ver una población infantil con discapacidad, a veces marginados incluso en la escuela. Siento que no soy tan duro, pero tampoco tan sentimental, sin embargo, es imposible que nada se vuelva personal. Cuando vi la realidad me acerqué a una persona que admiro muchísimo y me dio un consejo que no olvido: ´el día que te sientas mal, enciérrate en tu oficina y llora, no tiene nada de malo, y después sigue haciendo tu trabajo; resuelve la parte que te toca porque jamás podrás resolverlas todas´. He aprendido que estas cuestiones sean más una gasolina que una carga, pero cuando salgo a los pasillos y veo los niños todo cambia. Los que somos papás tenemos esa sensibilidad para captar ese cariño; los niños no se hunden en su discapacidad, ellos sonríen y a nosotros los padres nos cuesta trabajo porque todos tenemos una carga de cosas que nos impiden apreciara veces ese sentimiento puro y limpio de los niños. Somos 22 centros en el país, somos el sistema de rehabilitación pediátrico privado más grande que hay en el mundo y atrás de ello hay una motivación muy grande: que los niños y niñas de México estén mucho mejor. Y así como yo hay también voluntarios que no son tan fuertes y prefieren apoyar desde otro ángulo, donando o consiguiendo donativos. Contamos con ex maestras que ya tienen dominado el tema de los niños difíciles y vienen a resolver problemas que tal vez otro voluntario no podría, existe gente para todo y a todos ellos les agradecemos que nos compartan su fortaleza”.
Una vez que se interrumpió la recaudación anual, ¿de qué forma afectó a cada uno de los centros y cómo se hacen de recursos para seguir adelante para dar ayuda…?
“Hemos tenido que hacer ajustes en nuestras plantillas, realizamos trabajo virtual. De las 600 pacientes que atendemos más de 200 no están viniendo. La recaudación será compleja este año, pero no vamos a decaer, este año haremos una subasta de arte virtual a nivel nacional, conseguimos más de 200 obras; no será lo mismo pero encontraremos la forma, afortunadamente la gente siempre nos ha sorprendido con su generosidad. Este ha sido un año difícil pero siempre se aprende algo en todas las crisis. Todos hemos rescatado un aprendizaje para ser más, ser mejores”.
¿Cuál ha sido el caso que más ha tocado tu corazón?
“Han sido muchos y todos tienen qué ver con los niños y niñas que atendemos. Un caso que me llamó mucho la atención fue el de un chavo que atendimos en La Paz que trabajó conmigo en varios proyectos. Vi en redes sociales que se acaba de graduar en la universidad. El nació sano, pero a raíz de un accidente automovilístico tuvo una afectación medular. Cuando llegó no podía mover más que la cara; se rehabilitó y pudo mover de la cintura para arriba pero desafortunadamente se quedó en silla de ruedas. Ver esos ejemplos te cambian la vida y ahora quiero que logremos cosas más grandes, las barreras nos las ponemos a veces nosotros mismos. Mi pasión es bucear y hace unos años platicando con un amigo que tiene una lesión medular me dijo que esta actividad le ha devuelto la vida, porque en el agua siente la libertad, que no ha pasado nada, que es un ser completo. Armamos un grupo buceo, invitamos instructores y aquí iniciamos con la primera generación de buzos con discapacidad, todos ellos certificados. Me di cuenta que a veces puedes contagiar con tu mayor pasión y lo hice involucrando mi trabajo, eso es maravilloso. A pesar de no ser tan futbolero, el año pasado nos apoyó el Atlante a armar un equipo, y descubrimos que en el ocio también encontramos una fuente de ayuda”.
¿Qué es lo más frecuente que te preguntan tus hijos de tu trabajo…?
“Hace un año mi hijo el más grande, Patricio, me pregunto: ¿Tú eres doctor? Y le dije no, soy administrador, e inmediatamente vi en él unos ojos decepción. No pude ocupar palabras rimbombantes para decirle que mi trabajo es ver que cada persona haga su trabajo. Parecía que me decía: ´y entonces cómo curas niños´, pero ya después lo entendió. Como familia, me siento muy cercano al CRIT porque cuando nació mi hija más chiquita tenía un problema en las piernas, por lo que recibió terapia y sus primeros pasos los dio en el CRIT. Si algún día llegara a volverlo a necesitar ya sé dónde pueden atenderla. Como padre me ha tocado estar del otro lado y me queda claro el sentimiento que los invade y eso me une más a mi trabajo”.
Fomentas en ellos que, llegado el momento, deben hacer lo que esté en sus manos para ayudar a los demás…
“Lo tienen claro, saben de su importancia. Me felicitan por dedicarme a esto pero la verdadera fortaleza está en la ayuda de los voluntarios y eso es lo que he sembrado en ellos para que el día de mañana también ayuden o sirvan como voluntarios como puedan a quien se presente en su camino”.
¿Cómo limpias tu mente para no vivir 24/7 pensando en esta situación tan difícil…?
“Disfrutando el mar, la playa, practicando el buceo con la frecuencia que me permite mi trabajo. Ya conozco Quintana Roo por arriba y por abajo, he buceado en sus canales y cenotes. Tengo la fortuna de vivir en un lugar al que llega la gente ahorrando o pagando grandes cantidades y para nosotros no es que sea gratis, sino que lo tenemos a nuestro alcance. Ya me siento cancunense a tres años de haber llegado y eso me enorgullece”.
¿Qué planes a futuro tiene este organismo para seguir llevando ayuda…?
“Creo que este año nos ha dejado claro que hacer planes es lo menos que puedes hacer, así que deseo fortalecer un área nueva de servicios externos que atiende adultos, y así el costo -o inversión- de tu rehabilitación ayudará también a la de otros niños y niñas. La haremos crecer y eso nos acerca a la parte asistencial de otro sector de nuestra sociedad. Definitivamente los planes son al más corto plazo porque a la pandemia súmale los huracanes que no nos han dejado en paz, así que menos puedes planear. No tenemos clara qué terapia aplicaremos para sanar a este año porque todos los días le surgen nuevos males”, finalizó así nuestra charla con un hombre de gran corazón.