Le Flâneur

La jacaranda enamorada

Ese día de primavera sentí que flotaba por un espacio desconocido cuyo aire tenía un aroma a un dulce avinado y espumoso. Sus manos sobre la superficie de cada tramo de mí me perturbaban. Era él, aquel que había visto por vez primera leyendo sobre la sombra de una imponente jacaranda que cubría su rostro para hacerlo más enigmático.

Desde mi distancia y la suya nos separaba únicamente la luz confusa de las sombras que danzaban rítmicamente por la musicalidad del silencio. Apenas podía reconocer su vista sacudiendo la mía para saberme asediada por la insistencia de sus ojos. Quería que la distancia muriera y él lo supo; se lo dijo la voz de la cándida brisa que nos abrazaba más y más, como si supiera que su calidez se debía al calor que emanaba de cada uno.

LA JACARANDA ENAMORADA
LA JACARANDA ENAMORADA

Pero fue la hojarasca la que rompió el silencio que nos enajenaba, cada uno nos miramos como si buscáramos reconocernos. El tiempo de años atrás nos había obligado a soñarnos y ahora nos exigía sabernos conocidos de siempre. Cada sueño, cada imaginario nos pertenecía, el de él era el mío y el mío era el de él. 

Esa tarde la recuerdo por la alfombra de flores deshidratadas de la jacaranda aquella, mismas que ahora retozan sobre el platón de porcelana que adorna mis ansias. Aquel día observé sus manos ralentizadas por mi expectante deseo de su piel sobre mi piel, cuando recogía los pétalos escurridizos para entregármelos. 

Caminamos sin hablar, podía escuchar su respiración dentro de mí, sabía que cantaba para que mis suspiros le hicieran coros. Han pasado muchas primaveras, la jacaranda ha floreado y tirado sus flores una y otra vez y aquella banca permanece sin él. La distancia ya no es distancia, en su lugar se ha posado la lejanía, el silencio ya no es silencio, el ruido lo acalla para ya no escuchar más el canto de la brisa que buscaba abrazarnos. El aroma a dulce es amargo y sus manos ya no existen en mí para continuar perturbándome. Quizá alguna tarde, el otoño decida contarme que fue de él, después de todo sus hojas secas y sombrías son la evidencia de que la jacaranda se quedó sin flores. Por ahora es invierno y tengo mucho frío.

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