Katia Monforte
Dueña de un toque gentil que se transforma en peinados y maquillajes, Katia Monforte logra crear además un momento agradable del que salen bellos resultados para enmarcar a través de una boda, una graduación o simplemente para darle brillo y personalidad a quienes apuestan por su talento y experiencia que lleva en la sangre, herencia familiar que con orgullo ha decidido preservar profesionalmente…
Por Esteban Torres P.
PRIMERA PARTE
¿De dónde proviene el gusto por el estilismo…?
“Desde niña. Nací con él. Somos una tradición de cinco generaciones, yo soy la sexta. Y como en todas las familias que se dedican a lo mismo, estando en la universidad me dije: ¡Yo jamás me voy a dedicar a esto! Pero como desde niña mi mamá me llevaba a la escuela de belleza que tenía, obtuve mi certificado desde los 13 años por la Secretaría de Educación Pública de Yucatán; en esa época no necesitabas tener la secundaria completa para poderlo estudiar, así que mientras iba estudiando realicé varios cursos y a los 16 años empecé a dar clases.
“No sólo di cursos de belleza, empecé por alfabetización porque muchas chicas no sabían ni leer ni escribir. Después de relaciones humanas y posteriormente ya les daba cursos de belleza”.
¿Alguna vez pensaste en reconsiderar tu vocación?
“¡Sí, estando en la universidad! Después cuando hice la maestría en Psicología, cuando estuve en el corporativo de la familia, varias veces, pero siempre caía en lo mismo y realmente es algo que descubrí que amo hacerlo; hace dos años terminé una maestría en psicología y empecé a dedicarme a dar terapia, pero cuando tenía la opción de maquillar o dar terapia, prefería maquillar y peinar. Amo el todo, ver la cara de las clientas cuando entran y después cuando terminamos y se ven en el espejo, me llena más lo que no dicen porque con su expresión me lo dice todo”.
INTIMIDAD ES
Hay quienes dicen que un salón de belleza es equivalente a un confesionario… Aquí las clientas comparten lo que viven, lo que sienten, lo que ven y hasta lo que no, también…
¿Al chisme, lo lavas con shampoo, lo maquillas o le metes tijera?
“Le meto tijera y lo cortamos de raíz. No me gustan, porque un chisme nunca es real; no me importa compartir lo que siento o lo que está sucediendo, la discreción es básica, y el chisme es lo contrario; daña a quien lo hace, daña por todos lados”.
La envidia. Cuando te piden el mismo corte de fulanita o ponme más bonita que menganita…
“Las hago tan lindas como son ellas, porque si trato de hacerles algo que lleva o usa otra persona, nunca se van a ver bien. No creo en la envidia, yo creo que cada persona tiene cualidades propias que las hacen distintas, únicas”.
Cuando la depresión las obliga a cambiarse de look les invitas un café o les presentas todo un menú de servicios…
“Corro por un café y les hacemos terapia, ahí aplico la psicología que estudié, porque si les presento todos los servicios se van a deprimir más y nada las va llenar. Primero sanamos por dentro para poder cambiar todo lo que quieran por fuera”
Cuando llegan de malas porque las dejaron peor de cómo estaban y tienes ante ti una misión imposible, ¿por dónde empiezas?
“Yo no lo veo como una misión imposible, sino como una oportunidad, porque cuando llegas y no sabes lo que quieres, es más complicado que si sabes qué no quieres; y normalmente la molestia desparece al instante”.
Cuando te confiesan que fueron con otro estilista y regresan contigo porque no las dejaron como esperaban… le pones remedio a la situación o vas y buscas al colega para capacitarlo…
“Creo mucho en el respeto, mis colegas saben que siempre tendrán en mí una amiga, pero si desean mejorar sus conocimientos, las puertas de mi escuela están abiertas para todos. Yo estoy para compartir”.
Cuando te piden que guardes un secreto aplicas la regla: Lo que se dice en el salón, se queda en el salón.
“Ni siquiera me lo tienen que pedir, se queda en mí. Y de mí no sale hasta que me autorizan comentar algo. Muchas de las clientas como tú les llamas, lo fueron hace 20 años, hoy muchas son mis amigas y con ellas comparto cosas lindas, tristes, bodas, son muchos recuerdos”.
¿Qué se siente trabajar al servicio de la belleza, el ego, la vanidad y la envidia…?
“No trabajo con ellos, hay que transformarlos, a todos los podemos consentir menos a uno: la envidia, esa sólo se trata con amor. Es un sentimiento que daña”.
Si tuvieras la oportunidad de cambiar al mundo con tu talento por dónde empezarías…
Tu peine…
“Les daría masajes con el peine para que se relajen y todo cambiaría. Tenemos un masaje en cuero cabelludo que hace que se duerman, descansen y despierten como nuevos”.
Tus tijeras…
“Las usaría para sacar del fondo de la tierra toda la envidia que pudiera y cortarla de raíz”.
Tus maquillajes…
“Le daría color a todo que vea gris y que haya color alrededor”.
Tus consejos de belleza…
“Trataría que esos consejos vinieran de adentro hacia afuera, serían de belleza, sí, pero que la belleza salga del interior, no del exterior. Realmente la palabra correcta no es ´consejos´, sino ‘compartir’, daría lo que yo pueda compartir para llenar el interior de la gente. No me creo con la capacidad de dar consejos, tendría que tener mucho conocimiento; en cambio compartir lo que siento y lo que creo, de alguna manera les podría ayudar a los demás”.
¿Cuál ha sido el halago más bonito que ha marcado tu corazón después de realizar algún trabajo?
“Gracias a Dios son muchos, pero a veces con sólo una mirada, lo que no dicen y transmiten, y lo que te dan cuando no lo pides”.
TERCERA PARTE
¿Qué acciones tocaron tu corazón para unirte a Cruz Roja Cancún?
“Más que estar haciendo algo humanitario, creo que estoy aprendiendo de todos ellos. He conocido gente que todos los días deja un poco de su vida y a ellos sí les reconozco esa labor humanitaria que tú ves en mí. Agradezco la oportunidad de aprender a desarrollar esa entrega, esa devoción y ese espíritu de ayuda que tienen todos los voluntarios. Y espero algún día corresponder devolviendo algo de mí que pueda ser de ayuda a la institución”.
¿Qué acciones humanitarias te gusta realizar?
“Todas las que pueda y estén a mi alcance, muchas de ellas las aprendí en la Sierra Tarahumara, hace años me fui de misionera y les aprendí muchas cosas que aplico en mi día a día, ellos son mi bandera y mayor referencia del sentido humano; de ese tiempo conservo amigos muy amigos con los que aún estoy en contacto y aprendí lo que es dar. Cuando damos desinteresadamente, la vida te lo devuelve y seguimos en deuda, es algo que no termina, por eso es lindo dar.
“Me gusta participar en todo lo que hace la Cruz Roja, sus actividades tienen un fin, por eso asisto sin esperar nada a cambio, porque ese tiempo que le dedico a algo bueno, la vida me lo regresa de igual forma y a veces hasta con más.
“Realmente nunca las pienso, realizo las que se me presentan con las herramientas que me da la vida”.
¿Cómo le haces para dividir tu tiempo entre tu trabajo, tu participación en la vida social y tu labor humanitaria?
“Hago que sea una sola cosa. Y yo le agregaría una más: mi familia y mi esposo, Normando, que es un gran hombre con el que me siento muy bendecida; todos ellos son mi paz y mi equilibrio. Cuando tienes a alguien junto a ti que te ayuda a trabajar en equipo todo es más fácil. Y no lo divido, tiene que ser todo un complemento de todo. En mi trabajo somos también un gran equipo y gracias a ese apoyo y esa confianza todos ganamos. El que no aporta, deportado”.